jueves, 26 de noviembre de 2009

Terrorista Emocional

TERRORISTA EMOCIONAL

(Resumen editado de artículo de Erin Pizzey en: http://www.azulfuerte.org/pizzey_03.htm )


Hay personas implicadas en relaciones violentas de carácter físico y/o emocional las cuales muestran y exhiben trastornos más allá de lo esperado (y de lo aceptable) en una situación de estrés.
Estas personas, motivadas por profundos sentimientos de venganza, rencor y animosidad se comportan de una manera particularmente destructiva para ellas mismas pero también para los restantes miembros de la familia, de tal manera que complican una situación familiar, ya de por sí mala, en algo mucho peor. He considerado justificado describir a estas personas como "terroristas familiares".


El/la terrorista es el miembro de la familia cuyos estados de ánimo se imponen a la familia, cuyos caprichos y acciones determinan el clima emocional del hogar. En este escenario el/la terrorista podría ser descrita como el/la "tirana" familiar, la que mantiene el control y poder sobre las emociones de todos los otros miembros. La familia bien podría ser caracterizada como violenta, incestuosa, disfuncional e infeliz, pero el principal responsable del inicio de los conflictos es el/la terrorista o la tirano/a que impone sus arrebatos histriónicos en las situaciones de calma, o que (de modo invisible o más sutilmente) calladamente manipula a los otros miembros a través de sentimientos de culpabilidad o de astutas e imperceptibles provocaciones.

La potencial capacidad para los comportamientos terroristas podría permanecer latente durante muchos años, manifestándose en toda su plenitud sólo bajo ciertas condiciones. En muchos de los casos, es la disolución o la amenaza de la disolución familiar la que pone de relieve la destructividad terrorista. Mientras la familia permanece "unida", en una desdichada unión más que en una verdadera unidad, el/la terrorista mantiene su poder. Sin embargo es, a menudo, la separación de la familia la que compromete el dominio de el/la terrorista y, consecuentemente, la reducción de su poder. Es pues, por consiguiente, la disolución familiar, el momento en que, más a menudo, la terrorista se siente más amenazada y más sola y por lo tanto es más peligrosa. Es en esta situación de temor en la que el/la terrorista se propone la consecución de una meta determinada incluyendo: la reunificación de la familia otra vez, o asegurar que los niños permanezcan bajo su control, o la activa destrucción emocional, física o financiera del esposo o del ex-esposo. Cuando fue evidente para Adolfo Hitler que ganar la guerra era imposible ordenó a las tropas que le quedaban destruir Berlín: si no podía ganar la guerra consideró que lo mejor para su imperio era que compartiera con él su destrucción personal. Similarmente, la terrorista familiar, perdiendo o habiendo perdido su supremacía, procurará traer la ruina (y en casos extremos la muerte) a los otros miembros familiares.

El/la terrorista familiar, como el terrorista político, está motivado por la consecución de una meta. Es de vital importancia que el terapeuta comience su intervención intentando identificar y comprender la meta de el/la terrorista. El agravio es el punto inicial de la motivación del/la terrorista. Un signo distintivo de una terrorista emocional es que esta motivación tiende a ser obsesiva por naturaleza.

¿De dónde proviene esta obsesión? ¿Por qué representa un impulso tan poderoso? En muchos casos, el agravio actual que manifiesta la terrorista contra el esposo tiene muy poco que ver con él. Aunque la terrorista podría ser consciente únicamente del agravio que el esposo le pudo hacer, el dolor de ésta ofensa (real o imaginada) es, invariablemente, un eco del pasado, una recreación, un reflejo de una situación traumática de la infancia de la terrorista. Invariablemente, la infancia de la terrorista, una vez conocida, podría ser etiquetada como violenta. Una violenta y traumática infancia tiende a crear en el niño una adicción a la violencia y al dolor (una adicción en todos los niveles: emocional, física, intelectual y neuroquímico), una adicción que empuja al individuo a recrear situaciones y relaciones caracterizadas por más violencia, más peligro, más sufrimientos, más dolor. Así, es principalmente el dolor residual de la infancia, y sólo secundariamente el dolor de la actual situación familiar la que sirve como el ímpetu de la motivación de el/la terrorista.

Como el/la la terrorista emocional es una persona propensa a la violencia, adicta a la violencia, las acciones del/la terrorista deben ser entendidas como las acciones de una adicta. Cuando la familia estaba junta, la terrorista encontraba satisfacción para cualquiera de sus insanas apetencias y adicciones. Cuando la familia se disuelve, la terrorista se comporta con la misma desesperación, la misma obsesión, el mismo simple objetivo de cualquier adicto enfrentando o sufriendo el síndrome de abstinencia.

La simplicidad de su pensamiento y la parcialidad de los sentimientos, son el sello más importante de la terrorista emocional.

La sensibilidad para empatizar sentimientos del/la terrorista es narcisista, solipsística y patológica. La terrorista emocional sólo empatiza y siente su propio dolor.


La limitada o inexistente capacidad para reconocer los sentimientos de los otros de el/la terrorista emocional, así como la capacidad para entender las emociones y sentimientos más allá de los límites del propio yo,
fue atrofiada en momentos cruciales del desarrollo infantil. Posteriormente, el/la terrorista adulto elaborará relaciones que no serán, en algunos niveles, verdaderas relaciones sino recreaciones de los miedos infantiles, de los mismos escenarios, situaciones y guiones. La perspectiva de la terrorista no está modulada por la objetividad. En lugar de eso, el/la terrorista vive en un limitado mundo de absoluto dolor subjetivo y enfado.

Durante la relación, el/la solipsística terrorista no se comportará genuinamente en respuesta a las emociones de los otros miembros de la familia, más bien los utilizará para la recreación y puesta en escena del programa terrorista. Y cuando, finalmente, la relación enfrente su disolución, la terrorista será sólo consciente de su propio dolor, indignación y sentimientos no empáticos para los otros miembros de la familia y procederá de manera unilateral en la persecución de su propia meta, ya sea la reunificación, la ruina o la venganza.

Un factor adicional que hace tan peligroso a la terrorista, es el hecho de que mientras persigue su monomaniático objetivo, se siente estimulada por un sentimiento de omnipotencia. El/la terrorista se cree imparable, sin las limitaciones impuestas por la conciencia o la empatía y cree que ningún coste (para ella o para los otros miembros de la familia) es demasiado alto para conseguir su objetivo.

El/la terrorista y sus acciones no conocen límites.

Mi definición de un "terrorista familiar" o "terrorista emocional" es: una mujer o un hombre el cual, patológicamente motivado (por tendencias irresueltas de una infancia problemática), y patológicamente insensible a los sentimientos de los otros miembros familiares, busca de manera obsesiva, a través de desaforadas acciones alcanzar una meta destructiva (y por consiguiente patológica) que implica a los otros miembros de la familia.

este perfil pertenece a individuos en diferentes grados. Mucha gente, infeliz dentro de una relación o infeliz por la disolución de la misma, podría presentar ocasionalmente periodos de comportamiento "irracional". Lo que caracteriza, sin embargo, a el/la "terrorista emocional" es que los comportamientos vengativos y destructivos son la norma; los momentos de calma y de lucidez son lapsos, momentáneos remansos de calma en medio de la tormenta.

En algunos individuos, la auténtica (aunque insana) añoranza por la muerte es un deseo enraizado en ellos desde la más temprana infancia, y en estos casos, es muy poco lo que un compañero puede hacer para alterar el aparentemente inevitable curso de esta pulsión. Entre los/las verdaderas terroristas, sin embargo, las amenazas de suicidio pueden ser consideradas, en gran parte, como tácticas dentro de un rol manipulativo. El/la terrorista dice, " Si tú no puedes hacer lo que yo de digo, me mataré". Si el suicidio permanece como una amenaza o es realizado, el verdadero terrorista utiliza el suicidio no tanto como una expresión de una pena desesperada sino como un arma para ser empuñada contra otros.


En situaciones de terrorismo emocional y familiar, hay dos áreas susceptibles de ser abordadas. Medidas prácticas de protección ("estrategias de supervivencia") para una parte de los miembros de la familia, y el trabajo terapéutico con el mismo o la misma terrorista.

Ya que el/la terrorista viene estimulada por un sentimiento de omnipotencia y está dispuesta a comportarse sin límites de ninguna clase (usualmente animada por alguna terapeuta feminista que insiste en que sus clientes sufren de "baja autoestima") deben tomarse medidas prácticas para definir claramente los límites del comportamiento..

El principio fundamental , con en el manejo de los terroristas políticos, debe ser: "No se negocia con terroristas". Únicamente una actitud de firme resolución demuestra a la terrorista que su poder es limitado.

Más aún, para cualquiera que trate directamente con la terrorista, las palabras de refuerzo, "elevadoras de la autoestima", las "caricias" y las consolaciones son, lamentablemente, contraproducentes. La Sr. Roberts encontró pronto una terapeuta feminista para apoyar de manera acérrima la creencia errónea de que "todos los sentimientos (y por consiguiente los comportamientos) son lícitos". Así, le fue dicho, por esta terapeuta, que tenía derecho a sentirse y a comportarse de cualquier manera que eligiera, en un alarde de desalmada indiferencia por la devastación infligida a los niños. Tales afirmaciones únicamente sirven para reforzar la ya patológica, solipsística e infinitamente autojustificada perspectiva de la terrorista.

Para conseguir que el comportamiento de la terrorista cambie, primero debe haber un cambio firme y radical en la constitución psicológica de la terrorista. Muy a menudo este cambio sólo puede lograrse a través de una investigación profunda y una resolución de los traumas de la temprana infancia para que el/la terrorista pueda comenzar a conseguir una percepción real, verdadera y consciente de su propia situación actual.

La intervención directa con una terrorista- como cualquier forma de intervención terapéutica- sólo puede esperar conseguir cambios si el individuo posee el correspondiente deseo de cambiar y todavía dispone de la inefable cualidad vital del "impulso hacia la salud". Cuando el "impulso hacia la salud" ya no existe, el cambio podría no producirse.
Si la terrorista no puede o no desea cambiar, únicamente se puede ayudar a los otros miembros de la familia a ser resueltos, fuertes y, cuando ésto sea posible, a mantenerse alejados. (Traducción de JBC)



http://www.azulfuerte.org/pizzey_03.htm

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